Fulton Sheen en Español

Presentado porFrancisco Rojas

El arzobispo estadounidense Fulton John Sheen fue uno de los líderes católicos más reconocidos e influyentes del siglo XX. En este podcast les presentamos las enseñanzas del Obispo Sheen en español.

01 – Malentendiendo el Mundo

  • Episodio: 1
  • Serie: Un retiro para todos (A retreat for everyone)
  • Título: Malentendiendo el mundo (Misunderstanding the world)

Resumen

Este es el 1/15 discursos dados por el arzobispo Fulton Sheen durante un retiro para el clero, religiosos y laicos. El título original en inglés es «Misunderstanding the world». En este discurso, Fulton Sheen explica las interacciones que han habido entre la Iglesia y el mundo a finales del siglo XX, especialmente luego del Concilio Vaticano II.

Transcripción

Su excelencia, sacerdotes, religiosos y amigos:

Me incomoda ver a tantos de ustedes de pie. Aún nos quedan unos buenos asientos baratos aquí al frente. Lo que haré será contar algunas historias mientras ustedes logran sentarse aquí. No tengan miedo. También pueden sentarse al lado de los reclinatorios para la comunión. Mientras ustedes se acomodan, con tal de evitarles un mal rato, voy a contar algunas historias a los demás.

Una vez tenía que dar una clase al norte de Nueva York. Fui al barbero por la tarde para cortarme el cabello. El barbero no me reconoció, y me preguntó: —¿Planea asistir a la clase del Obispo Sheen esta noche? —Sí. —¿Ya tiene su tiquete? —No, aún no lo tengo —le respondí—. Todos los tiquetes, han sido vendidos. Probablemente va a tener que permanecer de pie. Entonces dije: —¿Sabes?, siempre que voy a escuchar a ese Señor hablar, tengo que permanecer de pie.

Aún quedan algunos espacios disponibles por aquí. ¡Acérquense! Porque voy a hablar durante dos horas y media. Así que mejor se ponen cómodos. ¡No! no eso no es cierto. Aunque debo confesar que les parecerá así de largo. ¡Saben? Una vez regresaba de Europa en el viejo barco Leviatán, y un camarero me dijo: —Es usted el sacerdote que predicó ese sermón en la Catedral de San Patricio en Nueva York? —Así es. El camarero dijo: —Disfruté cada minuto de esa hora y media. Le dije: —Buen hombre, yo jamás he hablado durante una hora y media en mi vida. Entonces dijo él: —Pues a mí se me hizo así de largo. ¿Ahora sí van a sentarse?

Este es el inicio de un retiro para el clero, los religiosos, los laicos, católicos y no católicos. Los sermones serán de tal forma que un elefante pueda beber y las aves puedan sorber. Habrá cinco conferencias al día. Quizá el obispo anuncie las horas después. Creo que habrá una a las 10 a. m., misa a las 12 m., una en la tarde a las 3 p. m., otra a las 5 p. m., y otra a las 8 p. m. ¡Ya ven!, yo soy un hombre de unos cuantos miles de palabras.

Ahora bien, en esta conferencia les voy a hablar sobre lo que está sucediendo en la Iglesia, y en las iglesias, y cómo esto afecta la espiritualidad. Hace 50 años, aproximadamente, la gente solía decir: «Soy más santo que tú». Hoy día dice: «Soy más mundano que tú». Esto representa un gran cambio que se debe a la actitud que se tiene hacia el mundo. Así que permítanme decirles cómo han reaccionado la Iglesia y el mundo.

Retrocedamos al año 1869, al Concilio Vaticano I. Quiero mostrarles cómo la Iglesia ha estado saliendo al mundo y cómo el mundo ha estado acercándose a la Iglesia, y cómo esto ha ocasionado cierto tipo de interacciones. Primero que nada, la Iglesia ha salido al mundo. Ahora bien, si esta catedral representa la catedral de San Pedro, el altar del Santísimo Sacramento sería el equivalente a la capilla de Nuestra Señora. Este altar de sacrificio de aquí, sería el gran altar de la catedral de San Pedro que está bajo el gran domo. Después tienen la nave de la iglesia. Cuando Benedicto XV fue coronado sumo pontífice, durante la Primera Guerra Mundial, recibió su corona en la estatua de Nuestra Señora, lo más lejos posible de la entrada principal. Después, cuando Pío XI fue nombrado sumo pontífice, fue coronado bajo el gran domo, en el altar principal de San Pedro. Cuando Pío XII fue coronado, caminó por el pasillo de San Pedro, subió algunas gradas, y se asomó por un balcón: literalmente salió al mundo. Cuando Juan XXIII fue coronado caminó por el pasillo, subió las gradas y salió al balcón, abrió sus brazos carnosos, similares a los brazos carnales de Bernini, como si el mundo entero viniera hacia él. Finalmente, nuestro regente pontífice, Pablo VI, caminó por el pasillo, salió de San Pedro, y fue coronado en la Plaza de San Pedro. Él fue coronado en el mundo. ¿Ven el movimiento? Desde 1914 la Iglesia ha estado saliendo al mundo.

Ahora consideremos al mundo viniendo hacia la Iglesia. Dije que retrocederíamos al Concilio Vaticano I en 1870 pero vayamos aún más atrás. Vayamos más de 400 años atrás, al concilio de Trento. En el Concilio de Trento la Iglesia era mediterránea. Era carente. Era europea. En 1870 todavía era mediterránea, todavía era carente. No había ni un solo obispo allí de Asia o África. Ni uno. En el Concilio Vaticano II más del 60% de los obispos presentes eran de Norteamérica, Sudamérica, África y Asia. Por primera vez en la historia del cristianismo todas las naciones mezclaron su polvo con el polvo de Pedro.

De manera que la Iglesia sale al mundo y el mundo entra en la Iglesia. Y como resultado, cuando los obispos se reunieron en el capítulo 13, discutieron la Iglesia y el mundo. Y ustedes recordarán cuán entusiasmados estábamos por eso. Ustedes escucharon repetidas veces: «Ahora debemos salir al mundo. Hemos estado demasiado ensimismados», lo cual era cierto. Pero, ¿qué es el mundo? Toda la confusión que ha habido en la Iglesia desde el Concilio Vaticano II gira en torno a un mal entendimiento de la palabra mundo.

En las sagradas escrituras mundo significa una de dos cosas. Primero, puede significar el cosmos, la creación física, el teatro de la redención. En ese sentido el mundo es bueno. Dios amó tanto al mundo que envió a su Hijo al mundo. De hecho, el mundo fue creado por el poder de Dios, por el Hijo de Dios. Todas las cosas fueron creadas por el poder de su Palabra. Y él será la consumación del cosmos. Ese es un sentido de la palabra. Pero el mundo también significa espíritu. Significa organización sin Dios. Así que cuando escuchamos decir que la Iglesia iba a salir al mundo, no hicimos esa distinción, y el resultado fue que tuvimos caos entre el clero, las órdenes religiosas, y los laicos. Algunos se opusieron al mundo; otros estuvieron totalmente a favor del mundo. Pero nadie hizo la distinción que se puede encontrar en las sagradas escrituras.

El resultado fue que los católicos, particularmente los sacerdotes y las monjas (aquí vamos a contarle a ustedes, laicos, algunos secretos sobre nosotros). Algunos de nosotros fuimos hacia dos extremos. De momento no estoy hablando del centro que es sólido. Me preocupan principalmente los extremos. Los extremos fueron estos: algunos de nosotros nos volvimos sicóticos y otros nos volvimos neuróticos. Ahora bien, ¿cuál es la diferencia entre los sicóticos y los neuróticos? Un sicótico cree que dos y dos son cinco. Un neurótico cree que dos y dos son cuatro, y se enoja por ello. Así que tuvimos sicóticos en el clero, las monjas y los laicos. Los sicóticos tenían el ideal de una Iglesia sin el mundo como teatro de la redención. Los neuróticos. Los neuróticos salieron al mundo, abandonaron el ideal, y se hicieron mundanos. Los sicóticos querían el lecho del río sin el flujo del agua; los neuróticos querían el flujo del agua sin el lecho del río.

Las sagradas escrituras hablan sobre el agua que sale de las rocas, como sucedió con Moisés, como está escrito en el libro de las Revelaciones. Los sicóticos querían la piedra; los neuróticos querían el agua. Los sicóticos hubieran hecho la Iglesia senil; los neuróticos hubieran hecho a la Iglesia cometer suicidio. Algunos de nosotros nos encontramos encerrados en nosotros mismos, tratando de mantener todo tal y como estaba. Otros abandonaron la espiritualidad y la santidad para ser más mundanos. Las monjas, por ejemplo, sintieron que podían ser más como el mundo con el que mejor se identificaran, de manera que se vistieron tal como se visten ustedes, mujeres laicas.

Por cierto, ¿escucharon ustedes la historia de la monja que se modernizó, de una forma un poco neurótica?, y fue a ver al sacerdote, y le dijo: —Padre, usted no sabía que yo era pelirroja, ¿verdad? —No —le respondió el sacerdote—. Tampoco sabía que tenía várices.

De tal manera que, por un lado, teníamos un palo en el lodo: los sicóticos; por otro lado, teníamos a aquellos que simplemente perdieron el espíritu de Cristo casi por completo. De cierta manera, esta es la confusión que hemos tenido. Como resultado de la división esquizofrénica, hubieron dos bajas. La primera baja fueron los retiros, la espiritualidad, la actitud hacia la santidad. No había sino discusión. Tenían un diálogo constante: hablar hablar, hablar y hablar. Sin espiritualidad, solamente una discusión de problemas. Y por aproximadamente 4 o 5 años tuvimos un tipo de retiros que de hecho no eran retiros. Pero es interesante…, estoy seguro de que yo doy más retiros que cualquier otro sacerdote en los Estados Unidos. Doy aproximadamente tres por mes. Y en todas las invitaciones que recibo actualmente de sacerdotes, ya no quieren más de estos retiros de discusiones. ¡Quieren espiritualidad!

Una vez dí un retiro para laicos en Los Ángeles, y casi todos los asistentes eran personas que ustedes reconocerían por su nombre, eran personas muy conocidas en el cine y la televisión. Cuando entré al convento donde se realizaría el evento, la hermana me llevó a una habitación en donde habían máquinas de Coca-Cola y máquinas vendedoras de cigarrillos, y sillas cómodas. Y ella dijo: —Aquí realizaremos el retiro. Yo le pregunté: —¿No tienen el Santísimo?. —Sí, pero no hemos realizado ningún retiro allí en años. Le dije: —Quiero que cada una de sus hermanas esté en la capilla esta noche. Así que al inicio del retiro, al que había asistido un grupo de personas típico de Hollywood, les dije: —Esta noche quiero que elijan dónde quieren realizar el retiro. Podemos ir a ese salón de ahí, donde van a estar muy cómodos, y van a poder fumar, beber y discutir. O pueden venir a esta capilla con asientos duros, y les hablaré del Señor. ¿Qué prefieren? Sin excepción alguna, todos eligieron la capilla.

Así que los retiros de discusiones que fueron tan populares durante un tiempo, son ahora cosa del pasado. Aun así, me parece que estos retiros de discusión tenían una gran ventaja: el director del retiro nunca tenía que prepararse. Lo único que debía hacer era proponer un tema y dejar que los participantes lo debatieran. De esta manera, la discusión se detiene, nunca concluye. Otra ventaja de este tipo de retiros era que nunca había que tomar decisiones.

Una discusión puede dar la impresión de que se está haciendo algo, cuando en realidad lo único que se hace es hablar sobre algo. Carece de crecimiento en una relación íntima con el Señor. Simplemente recuerden la historia de la mujer en el pozo. En ella, esta buena mujer viene al pozo por agua al mediodía. Ahora bien, en el este, ninguna mujer sale al pozo al mediodía. Las mujeres salen al pozo ya sea en la tarde o en la mañana, pero esta mujer lo hizo durante el calor del día. La razón será obvia dentro de poco. Ella se encuentra con nuestro Señor en el pozo. Y tengan en cuenta que siempre que el Señor quiere hacer un favor, pide uno a cambio. Él le pidió algo de beber. Y ella le dijo: —¿Cómo es que tú, un judío, me hablas a mí, una samaritana? —Es que los judíos no se relacionaban con los samaritanos, y esto había sido así por siglos— Entonces, nuestro Señor empezó a hablar con ella bajo el símbolo y la analogía del agua. Él le promete una vida nueva, una vida interior. Habrá una fuente espiritual dentro de ella rebosando alegría interior, y ya no tendrá que volver a ese pozo. Ella no entiende lo que el Señor le dice. Así que ahora el Señor va al meollo del asunto, Él toca su alma, y le dice: —Ve a decirle a tu esposo. Ella dice: —No tengo esposo. El Señor responde: —Bien has dicho que no tienes esposo, porque has tenido cinco, y el que ahora tienes no es tu esposo. Eso fue bastante vergonzoso. ¿Qué harían ustedes si estuvieran en el lugar de esa mujer? Yo sé lo que yo haría. Cambiaría el tema. Discutiría sobre otro tema. ¡Dejemos de hablar de moral! ¡Dejemos de hablar de espiritualidad! Pensaría en una cuestión teológica. Y así lo hizo ella; le dijo al Señor: —¿Dónde deberíamos adorar? ¿En esa colina, como lo hacemos los samaritanos? ¿O en Jerusalén, como lo hacen los judíos? El Señor le respondió: —En ninguno. Y finalmente le permitió darse cuenta de que él era el Hijo de Dios. Ella dejó la vasija de agua en el pozo; ya no la necesitaba. Y la razón por la que había ido al pozo al mediodía, era que ella una prostituta, y las otras mujeres no se juntaban con prostitutas. Pero ella fue la primer mujer en llamar a nuestro Señor: «Salvador», «Salvador del mundo».

Esto es lo que a veces hacemos: queremos evitar un encuentro directo con Cristo. Y lo único que hacemos es hablar. Ese es el primer punto de cómo se mal entendió la palabra mundo.

Ahora llegamos al segundo punto, el cual es mucho más serio, que es la negligencia de Cristo. Hemos renunciado a él, hasta cierto punto. El evangelio se ha hecho social en el púlpito. Aquellos de ustedes que son católicos, traten de recordar cuántos libros buenos han sido publicados sobre Cristo en los últimos 10 años. Muy pocos. Han habido muchos sobre la Iglesia, y todos en contra de ella. Si se lee uno, se leen todos. Pero no sobre Cristo.

Miren esta cruz pectoral de plata que llevo puesta. Un joyero de Nueva York, a quien he conocido por 25 años, me llamó un día y me dijo: —Tengo 100 crucifijos de plata. ¿Le gustaría tenerlos? —Fuí a su  joyería, y me dijo— Los compré por la plata. Se los compré a unas monjas. Me dijeron que ya no iban a llevar crucifijos, nunca más. Me preguntó: —¿Qué pasa con su Iglesia? Así que le expliqué lo que estaba sucediendo, y unos meses más tarde lo confirmé en la fe. Pero este crucifijo fue desechado. Es por eso que  lo llevo puesto,  como reparación. 

Ya hemos hablado sobre la Iglesia, política, sociología, y mil y una cosas. Pero en estos días, cuando el alma necesita más de Cristo, hablamos menos de él. Y créanme, esto es lo que la gente quiere escuchar.

Durante el último año, hablé en 40 universidades; universidades seculares. Hablé a audiencias de 8000, 10 000 y 12 000 estudiantes, de los cuales el 70% o 80% de ellos no eran católicos. ¿Y cuál era el tema sobre el cual querían escuchar más? El tema de Cristo.

En mi correspondencia, la cual cubre todo el territorio estadounidense, la queja más común de los padres de familia es: «Nuestra catequesis no está centrada en la persona de nuestro Señor. ¿Cómo entonces vamos a volver a él?»

Yo visito muchas prisiones. Prácticamente he vivido en una prisión. Hablo con los reclusos todos los días desde las 8:30 de la mañana hasta las 10:30 de la noche. Hablo con todos. ¿Cuál piensan ustedes; que es el tema más popular sobre el cual uno podría hablar con 1978 hombres en una prisión de máxima seguridad de los Estados Unidos? Las últimas siete palabras de nuestro Señor en la cruz. En Navidad, a media noche, fui a una de estas prisiones. Los reclusos habían estado en confinamiento solitario por 12 días porque habían sido hallados algunos instrumentos punzocortantes en las celdas, y temían una revuelta. Me pidieron que fuera en Nochebuena cuando los iban a dejar salir, ya que yo conocía a la mayoría. Ellos vinieron a la misa que dí a medianoche, y estuvieron tan calmados como lo están ustedes ahora. Y un joven a quien yo había reconocido desde antes, de aproximadamente 25 años de edad, quien tenía cara de niño y era judío. Conozco su nombre completo; pero por ahora lo llamaremos Jimmy. Cerca de las 11 de la noche en esa Nochebuena, una hora antes de la misa, me senté en una banca de la iglesia a conversar con Jimmy. Él señaló al pesebre, y dijo: —¿Usted sabe que el niño que está ahí es judío? Luego, mirando al crucifijo, dijo: —No queremos permitir que suceda lo que sucedió anteriormente. Él asistió a todas las conferencias que di en la prisión. ¿Cuál era su historial? Era un sicario de la mafia. Mató a 6 hombres a $2000 cada uno. Pero Jimmy había cambiado.

De una forma u otra, creemos que la gente conoce a nuestro Señor. ¡No es así! Porque no quieren escuchar de él. Tal vez hemos sido inmunizados contra Cristo. Tal vez tenemos una cicatriz en nuestra piel que la hace inmune a él. Creemos conocer nuestra teología; creemos conocer nuestras escrituras; creemos conocer a nuestro Jesús. ¡No es así! ¿Dónde están los jóvenes, por ejemplo? ¿Por qué están tan interesados en el movimiento de Jesús? Ciertamente no de las iglesias católicas ni protestantes.

Existe un periódico en Hollywood. El periódico Jesús tiene una circulación de 400 000 ejemplares diarios. Esta es la víctima de la división en la Iglesia y en el cristianismo; donde priorizamos el mundo sobre Cristo. No me mal entiendan. No estoy diciendo que no debemos preocuparnos por el mundo. ¡Debemos hacerlo! No lo hacemos lo suficiente. Pero nuestra relación con el mundo es un reflejo de nuestro amor por Cristo.

¿Cuáles fueron las primeras palabras de la vida pública de nuestro Señor? «¡Ven! ¡Ven a mi! ¡Ven a ver! ¡Aprende de mí! ¡Llena tu mente con mi verdad, y mata tu corazón con mi amor! ¡Ven!

¿Cuáles fueron las últimas palabras de la vida pública de nuestro Señor? «¡Ve! ¡Ve al mundo!» ¡Primero venimos, luego vamos! Hoy día tenemos muchos que van y van, pero no suficientes que vienen y vienen.

Así que lo que la gente quiere es a Cristo. Nosotros nos mantenemos alejados de él. Nos mantenemos alejados de las sagradas escrituras. Nos mantenemos alejados del Santísimo sacramento porque nos revela a nosotros mismos. Él no es como Buda. Usted podría tener una estatua de Buda como amuleto de buena suerte, pero usted nunca estará involucrado con Buda. Simplemente ponga un crucifijo en la habitación y quédese mirándolo. O arrodíllense ante el Santísimo sacramento, y así se estarán involucrando con el Señor. De una forma u otra estamos relacionados a él.

Así que el propósito de este retiro es interesarlos a ustedes en la persona de nuestro Señor. Mostrarles básicamente quién es él. Y la clave, la llave para este retiro se las daré mañana a las 10 de la mañana, particularmente para sacerdotes y religiosas, pero también para los laicos: quién es él, en un profundo sentido bíblico. Pero él nos cambia.

Estamos en el mes de Enero, lo que me recuerda un incidente que me sucedió en una iglesia en Londres, Inglaterra. Hace algunos años abrí la puerta de la iglesia, en la mañana de la celebración de la epifanía de nuestro Señor. Cuando de pronto, una figura apareció. La figura de una mujer joven, de unos 23 o 24 años de edad. Entonces le pregunté: —¿Qué está haciendo aquí? Ella dijo: —No lo sé, padre. ¿Dónde estoy? Le dije: —¿Oh, me llama padre? —Yo antes era católica pero ya no lo soy. Entonces le pregunté: —¿Está borracha? —Sí. Entonces le dije: —Pues bien, los hombres beben porque les gusta. Las mujeres beben porque hay algo que no les gusta. ¿A qué le está huyendo? Ella dijo: —De tres hombres: yo estaba involucrada con los tres; empezaron a discutir entre ellos y conmigo. Así que me emborraché. —¿Cuál es su nombre? —Y apuntando hacia una valla que estaba al otro lado de la calle, le pregunté— ¿Es esa su foto, ahí en la valla? —Así es —dijo ella— soy la protagonista en esa comedia musical. Preparé una taza de café para ella porque tenía frío por haber estado expuesta a la niebla de Londres. Entonces me dijo: —¡Gracias! —¡No! Vuelva esta tarde y agradezcame entonces. Ella dijo —Lo haré pero con una condición: que no me pida que me confiese. Yo le dije: —De acuerdo, no le pediré que se confiese. Ella dijo: —Quiero que me prometa, honestamente, que no me va a pedir que me confiese. Le dije: —Le prometo, honestamente, que no le pediré que se confiese. Ella regresó por la tarde, después de la función del matiné, le dije: —En esta iglesia tenemos una pintura de Rembrandt y una de Van Dyck. ¿Le gustaría verlas? Entonces, mientras caminábamos por el pasillo lateral de la iglesia, pasamos por el confesionario, y la empuje directamente al confesionario. ¡Yo siempre cumplo mis promesas! 

Dos años más tarde, le entregué su velo en el Convento de la Adoración Perpetua, donde se encuentra hasta el día de hoy.

Aquí estaba una que había tenido un encuentro con Cristo, en el momento en que ella pensaba que estaba lo más alejada posible de él. Ahora bien, mis estimados, esto es solamente una introducción al tema de cómo nos confundimos sobre Cristo y su Iglesia. Pero me he reservado el secreto. No se discutirá nada más, salvo Cristo, y aquello que se relacione a él directamente. Siento que debería advertirles. Si están esperando algún otro tipo de conferencia se van a decepcionar, porque eso es lo único que van a escuchar, pero se hará desde diferentes perspectivas. Me atrevería a decir que es como el anuncio que hizo una mucama en Boston un sábado por la noche: entró en la sala para anunciar la cena, y dijo: «Para aquellos a quienes no les gusten los frijoles horneados, la cena se ha terminado.» Así que ahora les digo: para todos ustedes a quienes no les agrade la persona de Cristo, este retiro ha terminado.

¡Buenas noches y Dios los ama!