01 – Arzobispo Fulton J. Sheen
El arzobispo Fulton Sheen fue bautizado como Peter John Sheen. Nació el 8 de mayo de 1895 y falleció el 9 de diciembre de 1979 a la edad de 84 años. Fue el mayor de los cuatro hijos de Newton Morris Sheen y Delia Fulton. Se crió en una pequeña ciudad llamada El Paso en el estado de Illinois.
El que llegaría a ser el Arzobispo Fulton John Sheen estuvo bajo la influencia de uno de los fundadores de la Universidad Católica de América desde muy temprana edad.
Cuando tenía 8 años de edad, mientras Fulton servía en la misa como monaguillo para el obispo John Spalding en la Catedral de Santa María de la Inmaculada Concepción de Peoría, Sheen dejó caer al suelo la vinajera donde reposa el vino de consagrar haciéndose añicos al instante. Después de la misa, el obispo Spalding habló con el asustado niño e hizo dos audaces predicciones sobre él. Primero, le dijo que algún día estudiaría en la Universidad de Lovaina, en Bélgica; y segundo, le dijo al joven monaguillo: «Algún día serás como yo» (refiriéndose a su investidura como obispo).
Fulton John Sheen fue a la escuela secundaria en el Instituto Spalding de Peoría, luego estudió en el Saint Viator College en Illinois, para posteriormente ingresar al Seminario Saint Paul de Minnesota, donde fue ordenado como sacerdote el 20 de septiembre de 1919, a la edad de 24 años.
En 1920 fue a la Universidad Católica de América para continuar con sus estudios, casa de estudios donde solo permaneció un año, para luego irse a realizar estudios avanzados de filosofía en la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica (tal como lo había predicho el Obispo Spalding). Sheen se convirtió rápidamente en un renombrado teólogo, ganando el Premio Cardenal Mercier de Filosofía Internacional en el año 1923. Cinco años después regresó a la Universidad Católica de América para enseñar teología y filosofía.
Durante los siguientes 23 años estuvo trabajando como educador en la Universidad Católica de América, fue allí donde el padre Sheen perfeccionó sus habilidades como académico, educador, orador y evangelista. Primero trabajó en la Escuela de Teología y Estudios Religiosos, luego trabajó en la Escuela de Filosofía, impartiendo cursos que tocaban ambas disciplinas, tales como: “Filosofía de la religión”, “Dios y la sociedad” y “Dios y la filosofía moderna”. Los estudiantes, y un número incalculable de visitantes, se agolpaban en el salón 112 McMahon Hall para escuchar sus clases.
Los talentos del padre Sheen como predicador no pasaron desapercibidos, incluso durante sus primeros años como formador. En enero de 1927, a la edad de 30 años, y todavía en su primer año de enseñanza en la Universidad Católica de América, fue seleccionado para predicar en la misa universitaria anual en la fiesta patronal de Santo Tomás de Aquino. Una década más tarde, a sus 40 años, fue el ahora Monseñor Sheen, y no un administrador de alto rango, quien fuera el orador principal en la celebración de los 150 años de la Universidad Católica de América. En 1934 Fulton Shenn había sido nombrado Monseñor por el entonces Papa Pio XI, a la edad de 39 años.
La reputación del joven profesor Sheen creció rápida y constantemente, primero en el campus universitario, luego en círculos más amplios a medida que su brillante oratoria atraía la atención de los medios eclesiales y de comunicación. La primera experiencia del padre Sheen en la radiodifusión fue en el año 1926 cuando fue invitado a grabar una serie de sermones para el tiempo Cuaresmal, los cuales serían transmitidos cada domingo por la noche desde una estación de radio en Nueva York. Cuatro años después, se le pidió al joven sacerdote que fuera suplente de verano durante dos semanas en el programa de radio The Catholic Hour (La hora católica). La respuesta de la audiencia fue tan positiva que se le pidió que continuara como orador semanal en el programa.
Durante 20 años, desde 1930 a 1950, las charlas semanales del entonces Monseñor Sheen en el programa La hora católica eran un éxito rotundo, se estima que la audiencia de este programa superaba a los 4 millones de oyentes. La forma en que presentaron las enseñanza católicas durante estas horas, fueron de una manera que no tenía precedentes. Basándose en el pozo profundo de su fe y erudición, el profesor Sheen abordó temas que van desde la devoción a la Santísima Madre hasta los peligros del comunismo. Arraigado en su profundo conocimiento del pensamiento filosófico de Santo Tomás de Aquino, predicó el Evangelio y mostró cómo se aplica a las decisiones morales personales y a los grandes problemas sociales de la época.
En respuesta a sus transmisiones de radio, Monseñor Sheen recibió un flujo constante de cartas. En 1937, Fulton escribió una carta al Rector de la Universidad, Monseñor Joseph Corrigan, en la cual decía lo siguiente: «Durante el año pasado, la cantidad de cartas que exigían atención personal eran entre 75 y 100 por día, esto, junto con las clases (que nunca se imparten con menos de seis horas de preparación cada una) me han dejado físicamente exhausto. Sin embargo, el bien que se puede hacer es tal, que uno no se atreve a huir de sus oportunidades de apostolado.»
Muchas de esas cartas fueron invitaciones para hablar en diferentes espacios. Monseñor Sheen viajó por todos los Estados Unidos dando conferencias académicas, visitando misiones, impartiendo retiros, dando homilías, brindando discursos de graduación y hablando en reuniones de organizaciones católicas.
El atareado profesor no solo mantuvo su horario de enseñanza completo sino que también escribió numerosos libros. Publicó 34 libros durante su carrera como docente de casi un cuarto de siglo en la Universidad Católica de América y otros 32 después de dejar la universidad. A Monseñor Sheen se le atribuye la autoría de más de 70 libros. El Consejo Nacional de Hombres Católicos, quien fuera el principal patrocinador del programa “La Hora Católica”, publicó las transcripciones de sus charlas radiales semanales y sus otros discursos y sermones en formato de folletos. Fulton Shenn también trabajó como columnista en la prensa secular.
El domingo de Pascua del 24 de marzo de 1940, Monseñor Sheen apareció en la primera transmisión mundial televisiva de un servicio religioso católico, en aquella ocasión habló sobre “El simbolismo espiritual de la televisión” y este programa fue transmitido por la actual WNBC de Nueva York.
Cuando Monseñor Sheen dejó la Universidad Católica en 1950 para convertirse en director nacional de la Sociedad para la Propagación de la Fe, ya era uno de los católicos más conocidos de su época. El siguiente capítulo de su misión lo catapultaría a una fama e influencia sin precedentes.
Fulton Shenn fue consagrado como Obispo un 11 de junio de 1951. En el otoño de ese año comenzó su famosa serie de televisión “La vida vale la pena vivirla” (Life is Worth Living), la cual tuvo un gran éxito; llegando a ser vista por más de 30 millones de telespectadores cada semana, lo que la convertiría en la serie religiosa más vista en la historia de la televisión. Con esta serie el Obispo Sheen ganó un premio Emmy como la personalidad televisiva más destacada, apareciendo también en la portada de la revista Time, eventos que lo convirtieron en uno de los católicos más reconocidos e influyentes del siglo XX.
Al Obispo Sheen se le atribuye la recaudación de millones de dólares para apoyar las misiones católicas a través de la Sociedad para la Propagación de la Fe. Durante 16 años, dirigió este esfuerzo para 129 diócesis en los Estados Unidos, influyendo de esta manera la vida de decenas de millones de personas en todo el mundo. También era conocido por haber llevado a muchas personas a convertirse al catolicismo, desde neoyorquinos de clase trabajadora hasta celebridades que lo buscaban para recibir su instrucción. Entre los más populares de aquellos en cuyas conversiones influyó se encuentran el escritor agnóstico Heywood Broun, la política Clare Boothe Luce, el fabricante de automóviles Henry Ford II, el escritor comunista Louis F. Budenz, el diseñador teatral Jo Mielziner, el violinista y compositor Fritz Kreisler y la actriz Virginia Mayo.
Entre 1962 y 1965, el obispo Sheen asistió y participó activamente en todas las sesiones del Concilio Vaticano II. Trabajando en estrecha colaboración con el entonces padre Joseph Ratzinger, que era el experto teológico en la comisión para la misión, y quien más tarde se convertiría en el Papa Benedicto XVI. En una entrevista de 2012 con Radio Vaticano, el Papa Benedicto XVI recordó cómo “Fulton Sheen nos fascinaba y nos hacía reír con sus charlas por las tardes”.
En 1966, fue nombrado obispo de la diócesis de Rochester de Nueva York, puesto al que renunció en 1969. En su carta de renuncia, el obispo Sheen escribió: «No me retiro, solo repaso.» Posteriormente el Papa Pablo VI lo nombró Arzobispo de la Sede Titular de Newport, País de Gales. El arzobispo Sheen permaneció activo y pasó los últimos años de su vida principalmente escribiendo y predicando.
Un tema constante en la predicación del arzobispo Sheen a lo largo de su vida, especialmente en sus últimos años, fueron los beneficios de hacer una hora santa frente al Santísimo Sacramento. El autor Michael Dubruiel dijo: «No hay nadie en la Iglesia moderna que haya hecho más para popularizar la práctica de orar en presencia de Nuestro Señor ante el Santísimo Sacramento.»
Este no fue un consejo que dio el arzobispo Sheen sin practicarlo él mismo. A lo largo de sus años en la Universidad Católica, mantuvo su hora santa diaria, rezando en Caldwell Chapel y en la capilla privada de su residencia. Muchas personas que trabajaron estrechamente con él a lo largo de los años dan fe de que nunca dejó de guardar su hora santa desde el día de su ordenación sacerdotal hasta su muerte en el piso de su capilla privada en la presencia de Nuestro Señor el 9 de diciembre de 1979.
Dos meses antes de la muerte del Arzobispo Sheen, el Papa Juan Pablo II lo abrazó en la Catedral de San Patricio en Nueva York. En ese encuentro del 2 de octubre de 1979, el Santo Padre le dijo: «¡Has escrito y hablado bien del Señor Jesús. ¡Eres un hijo leal de la Iglesia!»
Fulton Sheen era un gran devoto de nuestra Santa Madre, la Virgen María. Visitó la Virgen de Lourdes más de 30 veces, y cada vez que visitaba Europa hacía el propósito de ir a Lourdes. En 1951 creó el Rosario por las Misiones del Mundo. Se trata de un rosario cuyos misterios son de distintos colores: amarillo para Asia, rojo para América, blanco para Europa, azul por las islas del pacífico y verde por África. La idea es rezar el rosario por las misiones de la Iglesia en todo el mundo.
Una de las historias narradas por el Obispo Sheen en relación a Lourdes es la siguiente:
Un día Sheen se encontraba dando misa en Lourdes, y le pidió al Señor que le enviara algún sufrimiento por la conversión de un alma. Poco después de la misa, mientras caminaba de regreso a su hospedaje, una una mujer joven de unos 20 años lo siguió durante todo el camino. Cuando Sheen le preguntó si lo estaba siguiendo, ella le respondió: «Sí, pero no sé por qué.» Entonces Sheen le respondió: «Tú debes de ser mi “sufrimiento” —refiriéndose a la oración que había hecho durante la misa.» Ella era de Holanda, y formaba parte de un grupo de 40 viajeros que viajaron a Lourdes desde Holanda, pero ella era atea. Sheen le respondió: «Eso no tiene sentido. Probablemente eras católica.» A lo que ella respondió: «Así es.» Entonces Sheen le dijo que él permanecería en Lourdes hasta poder recibirla a ella nuevamente en la Iglesia, lo cual ocurrió 3 días después. Más tarde, ambos se enteraron que mientras esta joven estaba siendo instruida por Sheen para volver al Señor, el grupo de 40 personas con el que ella había viajado, visitó los Pirineos en bus y cayó en un barranco. Todos murieron, excepto ella.
No fue sino hasta que Sheen dejó Lourdes para ir a París que sus problemas empezaron. Un viaje de medio día se convirtió en una travesía de 3 días. Constantemente tuvo que bajarse del tren por pequeñeces sin sentido. Una vez llegó a París recordó su oración: «Toda alma tiene su precio.» dijo Sheen.
He aquí otra historia que narra el arzobispo Sheen, que merece la pena recordar. En uno de los programas, no es preciso si televisivo o radiofónico, en que intervino Monseñor Sheen, pocos meses antes de su muerte, el entrevistador, le preguntó: «Obispo Sheen, usted inspiró a millones de personas en todo el mundo. ¿Quién fue, o qué fue, lo que más le impactó a usted a lo largo de su vida? ¿Fue acaso el Papa actual o el anterior?» Y el obispo le respondió: «No fue un Papa, ni un Cardenal, ni otro Obispo, y ni siquiera fue un sacerdote o una monja. Fue una niña china de once años de edad.»
Entonces el obispo contó la siguiente historia:
Cuando los comunistas ocuparon la totalidad de China, su odio al catolicismo les llevó a encarcelar, cuando no a asesinar, a todos los religiosos y religiosas, especialmente a aquellos que no tenían la nacionalidad china, que se encontraban allí. Uno de estos religiosos me contó que lo encarcelaron en su propia rectoría cerca de la Iglesia. El sacerdote observó aterrado desde su ventana, cómo los comunistas penetraron en la iglesia y se dirigieron al santuario. Llenos de odio profanaron el sagrario, tomaron el copón y lo tiraron al piso, esparciendo las hostias Consagradas. Como eran tiempos de persecución, el sacerdote sabía exactamente cuantas hostias contenía el copón: treinta y dos. Una vez cometida la fechoría, los comunistas se marcharon, dejando un centinela de guardia para custodiarle a él y no permitir el culto en la iglesia. Pero no repararon, o quizás no le dieron importancia a una niña de unos once años, que rezaba al fondo de la iglesia que estaba en penumbra. La niña, observó todo lo que había sucedido, y se marchó a su casa. Pero por la noche, la niña volvió a la iglesia, evitando al centinela comunista —que más se preocupaba de vigilar la rectoría donde estaba recluido el sacerdote, que la iglesia, que estaba vacía debido a los destrozos que sus compañeros y él mismo habían ocasionado—. Una vez en la iglesia, la niña se situó en la parte de atrás de la misma rezando durante una hora; un acto de amor en reparación del odio que habían mostrado sus hermanos de raza. Después de su hora santa, la niña se adelantó con mucho sigilo hacia el presbiterio, se arrodilló, y bajando la cabeza hasta el suelo con su lengua tomó una de las sagradas formas, que allí estaban desperdigadas. —Téngase en cuenta que en aquella época, aún no estaban vigentes las actuales normas sobre la comunión, el ayuno era riguroso, sin comer ni beber doce horas antes, y a los seglares no les era lícito tocar con sus manos, no consagradas, las sagradas formas—. La pequeña continuó regresando todas y cada una de las noches siguientes, haciendo primero su hora santa y acercándose después al presbiterio, para tomar con la lengua el cuerpo de Nuestro Señor. En la trigésima segunda noche, después de haber realizado la última comunión, tropezó, provocando accidentalmente un ruido que despertó al comunista que estaba de guardia. La pequeña trató de huir, pero el comunista corrió detrás de ella, la agarró y la golpeó hasta matarla con la culata de su rifle. Este acto de martirio heroico fue visto desde la rectoría por el sacerdote que, sumamente abatido, miraba desde la ventana de su cuarto donde estaba recluido sin poder hacer nada.
El Obispo Sheen le manifestó al entrevistador, que cuando escuchó el relato, se quedó tan impactado, que prometió al Señor, que haría una hora santa de oración frente a Jesús Sacramentado todos los días, por el resto de su vida. Si aquella pequeña niña china, había sido capaz y pudo dar testimonio con su vida, de la presencia real de Jesús en el Santísimo Sacramento, entonces el obispo se veía obligado a lo mismo. Su único deseo desde entonces sería, atraer el mundo al Corazón Ardiente de Jesús en el Santísimo Sacramento. Es esta, una bonita historia, cuyo final no nos gusta tanto. Nos disgusta que al final, el soldado comunista terminase pillando a la niña y le partiese la cabeza a culatazos con su fusil. Y la razón última de nuestro disgusto, se encuentra en que como somos cuerpo y alma; materia y espíritu, la preponderancia, que generalmente tiene en todos nosotros, el cuerpo sobre el espíritu, nos pide un final más dichoso, más alegre, más al estilo de “hollywood”; pero no con la tristeza de la muerte de la protagonista, de esta ignorada niña china. Lo que nos pasa, es que dado este apego, que tenemos a las cosas de este mundo, valoramos más el continuar en él, al precio que sea, sin valorar para nada la gloria que esta niña habrá adquirido con su martirio. Nuestra corporeidad humana nos ciega, y no nos damos cuenta, de que precisamente la parte más bonita de la historia es su final, es el regalo martirio, que Dios le dona al alma de esta niña china, que es una especial privilegiada, una elegida del Señor.
En el año 2002, se inauguró oficialmente bajo el liderazgo de la Diócesis de Peoria la Causa de canonización del Arzobispo Sheen, y desde entonces se le llamó “Siervo de Dios”.
El 28 de junio de 2012, el Papa Benedicto XVI anunció que la Congregación para las Causas de los Santos había reconocido la vida del Arzobispo Sheen como una de “virtud heroica” y lo proclamó “Venerable Siervo de Dios Fulton J. Sheen”.
El 6 de marzo de 2014, la junta de expertos médicos que asesoran a la Congregación para las Causas de los Santos aprobó por unanimidad un milagro reportado atribuido a su intercesión. El 17 de junio de 2014, la comisión teológica de siete miembros que asesora a la congregación estuvo de acuerdo unánimemente con el hallazgo del equipo médico. El milagro ocurrió el 16 de Setiembre del 2010, cuando la Sra. Bonnie Engstrom dio a luz a su hijo sin signos vitales. Los doctores intentaron reanimarlo durante 61 minutos pero no tuvieron éxito. Durante ese tiempo, su madre estuvo solicitando la intercesión del Obispo Fulton Sheen, y justo cuando los doctores se preparaban para pronunciar la hora de la muerte, su hijo volvió a la vida. Hoy en día, el niño James Fulton Engstrom goza de perfecta salud.
El 18 de noviembre de 2019, el Papa Francisco pidió que Sheen fuera beatificado el 21 de diciembre de 2019. Sin embargo, el 3 de diciembre de 2019, el obispo de Peoria Daniel Jenky anunció que el Vaticano había decidido posponer indefinidamente la ceremonia de beatificación. Esa decisión fue en respuesta a una solicitud presentada al Vaticano por algunos obispos de Estados Unidos para una mayor investigación del mandato de Sheen como obispo de la Diócesis de Rochester.
El 27 de junio de 2019 el cuerpo del arzobispo Fulton Sheen fue exhumado de la Catedral de San Patricio y trasladado a Catedral de Santa María de la Inmaculada Concepción en la diócesis de Peoria, Illinois donde Sheen sirvió como monaguillo de niño, y allí permanece hoy en día.
Para conocer las enseñanzas del arzobispo Fulton Sheen los invitamos a visitar nuestro podcast Fulton Sheen en Español en donde encontrará las clases del obispo Sheen traducidas al español.
Como solía decir nuestro querido Fulton Sheen: Dios los Ama.